Identidad y Derechos

Uruguay: El voto empapado

Cuando María, de tres años, vio que su madre se preparaba para ir a votar, no lo dudó: “Quiero ir contigo”, le dijo, según relató con orgullo la mujer, Jaqueline Cardozo, a El Observador. Cerca de la hora 16 ella y su pareja, Nomar Da Silva, vieron que la lluvia no paraba.

Entonces envolvieron a María con una bolsa de nylon y la subieron al carro tirado por un caballo que usan a diario para hacer su trabajo. Recorrieron una hora bajo la lluvia, desde Nuevo París hasta la escuela N° 371 de La Teja, donde le tocó votar a Cardozo.

“Empapados”, como lo describió Da Silva, dejaron al caballo sobre un lodazal y cruzaron hasta el centro educativo a ejercer el voto.

A pesar de la odisea de algunos votantes para llegar, en la escuela de la Teja la lluvia no impidió que las personas se acercaran a llenar las urnas, dijo a El Observador el delegado de uno de los circuitos del centro educativo, Wilson Cardozo.

En el interior los obstáculos que puso la lluvia fueron incluso un poco más dramáticos. En Durazno un policía tuvo que atravesar el arroyo Sarandí de Cuadra, con el agua hasta la cintura y con la urna en alto, para llevarla hasta un circuito rural, informó el programa radial Alternativa Durazno. En ese departamento, otra urna llegó a su circuito en bote, y se atrasó el inicio de la votación.

Según expresó a El Observador el director del área técnica del Sistema Nacional de Emergencias (Sinae), Pablo Brugnoni, el organismo se reunió con la Corte Electoral el viernes para elaborar un plan de contingencia y aplicarlo en caso de que se dificulte el traslado de urnas y se necesite apoyo de Bomberos. Sin embargo, hasta anoche no había sido necesario activar el plan. A pesar de que Sinae aún no manejaba datos de cuánta agua había caído durante la jornada electoral, a la noche ya se habían registrado 16 evacuados en Montevideo.

Con todo, el panorama electoral no fue tan complicado. La Corte Electoral solo debió cambiar de lugar 12 circuitos de los 6.948 habilitados en todo el país, debido a locales inundados o porque las lluvias impedían el acceso, explicó la ministra Margarita Reyes. Agregó que se decidió sumar “las inclemencias del tiempo” a las causales para justificar la no votación ante la Junta Electoral. Esto se tomará en cuenta sobre todo para quienes viven en zonas rurales.

En la Ciudad de la Costa, el barro, los pozos y las calles inundadas que son moneda corriente los días de lluvia complicaron a los votantes. Algunos, como Nicolás Godoy, prefirieron caminar descalzos entre los charcos y llevar el calzado en las manos.

Sonia Yorgoff, en cambio, no tuvo que descalzarse, porque, a pesar de tener 71 años y mostrarse inestable al caminar, se animó a subir a la moto de su hija, quien la llevó hasta la puerta del circuito que le tocaba en Solymar. Agarrada de su mano, se bajó y caminó despacio hasta el cuarto secreto. “Mirá cómo estoy”, dijo su hija, Leticia Viojo, a quien las salpicaduras de barro la empaparon. Manejó 2 kilómetros en moto, intentando esquivar los charcos para que su madre cumpliera. Ella, sin embargo, pagará la multa. La lluvia la desanimó a trasladarse a Montevideo, donde le tocaba votar.

Integrantes de los circuitos costeros coincidieron en que, a pesar del agua, la jornada pasó sin mayores inconvenientes. La principal diferencia con respecto a la primera vuelta de octubre se basó en que los electores se fueron acercando en forma homogénea a las urnas durante todo el día, y no se aglutinaron en la mañana, como había acontecido en octubre.

Ni Ruth De Los Santos ni Patricia Medina ni Ximena Chiarelli vieron el charco que se formó en la puerta del colegio José Luis Zorrilla, de Ciudad de la Costa, donde estaba ubicado el circuito en el que trabajaban. Pero supieron que el agua se había acumulado allí desde temprano en la mañana, cuando los votantes se les acercaban con la queja. “No hay término medio”, señaló Chiarelli, quien recordó que en la elección de octubre los vecinos se quejaban de los rayos del sol mientras hacían la cola.

Uno de los militares que custodiaba las urnas en la escuela N° 22 de El Pinar, Martín Sánchez, también se había quejado del sol de octubre. Es que, con el calor, el cansancio se hace más pesado. Los custodios comienzan la jornada a las tres y media de la madrugada, y terminan, con suerte, a la medianoche. “Para nosotros la lluvia es mucho mejor, ayuda a la autoestima”, confesó Sánchez.


Fuente:http://www.elobservador.com.uy/noticia/293184/el-voto-empapado/